Dana ascendió lentamente las empinadas escaleras de caracol
que vertebraban la Torre. Mientras subía, recordó el primer día que había
llegado allí acompañada por el maestro, ese hombre tan misterioso que simplemente
había querido utilizarla, a ella y a Fenris. Suspiró y decidió centrarse en el
presente; continuó subiendo hasta que llegó a lo más alto de la torre, a una
plataforma en la que se abrían las almenas. Dana se asomó y contempló el paisaje
que se extendía ante ella, hermoso pero sobrecogedor: el Valle de los Lobos,
que aparecía cubierto por una espesa capa de nieve, lo cuál lo hacía parecer
aún más extraño y misterioso si cabía. Sin que pudiese evitarlo sus
pensamientos volvieron de nuevo al pasado y Dana se recordó a sí misma de niña
corriendo por aquel paraje en busca de un unicornio que según se decía vivía en
el valle. Desde aquel entonces nada había sido igual para ella; había
continuado sus estudios de magia, había pasado la temible y última prueba del
fuego... y había buscado al unicornio para el maestro, que quería el tesoro que
éste podía mostrarle. Pero no solo eso, había descubierto que ella era una
Kin-Shannay, una persona que podía comunicarse con los muertos e incluso podía
traer sus espíritus al mundo de los vivos. Se estremeció levemente; todo
aquello le seguía pareciendo verdaderamente difícil de comprender, pero no por
ello dejaba de ser cierto. De repente, Dana retornó bruscamente a la realidad
al sentir en su hombro el fugaz contacto de unos dedos largos y finos. Al girar
la cabeza encontró a Fenris que la miraba con sus bellos ojos almendrados y
sonreía.
Hablaron durante largo rato y Dana no pudo evitar expresar
en voz alta sus recuerdos del pasado; Fenris también se mostró bastante
nostálgico, y sin que se diesen cuenta, había anochecido en el Valle de los Lobos.
Quien sí contempló la preciosa puesta de sol fue un magnífico dragón dorado que
estaba en esos momentos volando cerca de la Torre. Sus ojos verdes se
dirigieron hacia las almenas y al ver a Dana y Fenris allí, decidió acercarse.
Cuando llegó a la altura de ambos, Dana sonrió y lo saludó con una breve pero
intensa caricia en su largo cuello escamoso. El reptil cerró los ojos y
disfrutó de aquel simple contacto como si fuese algo inigualable, íntimo y
especial. El elfo los miró a los dos con una expresión de cariño y comprensión
en sus profundos ojos ambarinos. Decidió dejarlos solos pues sabía que era lo
que tenía que hacer aunque ninguno le hubiese pedido que se retirara, así que
tras despedirse abandonó las almenas y se dirigió a la gran biblioteca.
Dana miró al dragón y éste entendió sin necesidad de
palabras; descendió suavemente hasta posarse en el jardín y esperó hasta que
vio aparecer a Dana asomada en uno de los pequeños balcones de la primera
planta de la torre. Entonces estiró su cuello y colocó la cabeza justo a la
altura de la mujer que volvió a regalarle una dulce caricia. Pero el momento no
duró mucho porque Dana percibió algo que conocía muy bien, una especie de
helado soplo tras su nuca. Se volvió con rapidez y allí encontró a un grupo de
personas totalmente distintas entre sí que la miraban con cierto reproche.
Había elfos, humanos, hadas, duendes... en definitiva, ejemplares de
incontables razas diferentes. Dana abrió la boca visiblemente asombrada y
desconcertada. Iba a decir algo, pero una pequeña hada de insondables pero
hermosos ojos negros y rasgos delicados se le adelantó.
- Abre la puerta,
Kin-Shannay. Abre la puerta y deja que todos los mundos sean uno, deja que
todas las criaturas sean libres de expresarse y de hablar de su existencia; permite
que nos demos a conocer a quien quiera escuchar nuestras historias, solo tienes
que abrir la puerta.
Dana no comprendía
muy bien todo aquello; giró la cabeza y miró al dragón a los ojos, esos ojos
color esmeralda que ahora parecían querer decirle lo que debía hacer. Y si él
lo sabía, ella también, y se dejó llevar por su instinto, por sus recuerdos,
por sus sentimientos, por todo lo que había vivido y le quedaba por vivir, y...
abrió la puerta.
La puerta está abierta... la Kin-Shannay ha cumplido su
tarea, ahora solo depende de ti cruzarla o no, o permitir que todos los otros
mundos sean el tuyo y te muestren sus más preciados secretos. Solo tú decides,
solo tú sabes hasta qué punto quieres descubrir las historias de todas esas
personas y criaturas que anhelan poder ser escuchadas y que te enseñarán lo que
antes no podías ver ni sentir. No tengas miedo de adentrarte al otro lado de la
puerta, solo tienes que abrir las puertas de tu propio corazón y tu mente, y no
dudes que la Kin-Shannay te ayudará.
Los derechos de
autor de los personajes y lugares que aparecen en este relato pertenecen a la
escritora Laura Gallego García.
Bienvenidos a “KinShannay: La puerta hacia otros mundos”, un
nuevo espacio web (que resurge de otro creado con anterioridad) en el cual se
hablará acerca de los imaginarios mundos creados en la literatura. Nos
dedicaremos sobre todo a las reseñas de libros y a alguna que otra noticia
interesante. Esperamos que os guste el blog, y que comentéis y participéis en
él.
Para poneros en contacto con el equipo de “KinShannay” deberéis
dejar un comentario en cualquiera de las entradas o en su defecto enviar un
correo electrónico a la dirección kinshannayweb@gmail.com.
Disfrutad de vuestra estancia en “KinShannay”.
Un cordial saludo,
El Equipo de KinShannay
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