8 de enero de 2012

Bienvenidos a KinShannay


Dana ascendió lentamente las empinadas escaleras de caracol que vertebraban la Torre. Mientras subía, recordó el primer día que había llegado allí acompañada por el maestro, ese hombre tan misterioso que simplemente había querido utilizarla, a ella y a Fenris. Suspiró y decidió centrarse en el presente; continuó subiendo hasta que llegó a lo más alto de la torre, a una plataforma en la que se abrían las almenas. Dana se asomó y contempló el paisaje que se extendía ante ella, hermoso pero sobrecogedor: el Valle de los Lobos, que aparecía cubierto por una espesa capa de nieve, lo cuál lo hacía parecer aún más extraño y misterioso si cabía. Sin que pudiese evitarlo sus pensamientos volvieron de nuevo al pasado y Dana se recordó a sí misma de niña corriendo por aquel paraje en busca de un unicornio que según se decía vivía en el valle. Desde aquel entonces nada había sido igual para ella; había continuado sus estudios de magia, había pasado la temible y última prueba del fuego... y había buscado al unicornio para el maestro, que quería el tesoro que éste podía mostrarle. Pero no solo eso, había descubierto que ella era una Kin-Shannay, una persona que podía comunicarse con los muertos e incluso podía traer sus espíritus al mundo de los vivos. Se estremeció levemente; todo aquello le seguía pareciendo verdaderamente difícil de comprender, pero no por ello dejaba de ser cierto. De repente, Dana retornó bruscamente a la realidad al sentir en su hombro el fugaz contacto de unos dedos largos y finos. Al girar la cabeza encontró a Fenris que la miraba con sus bellos ojos almendrados y sonreía.

Hablaron durante largo rato y Dana no pudo evitar expresar en voz alta sus recuerdos del pasado; Fenris también se mostró bastante nostálgico, y sin que se diesen cuenta, había anochecido en el Valle de los Lobos. Quien sí contempló la preciosa puesta de sol fue un magnífico dragón dorado que estaba en esos momentos volando cerca de la Torre. Sus ojos verdes se dirigieron hacia las almenas y al ver a Dana y Fenris allí, decidió acercarse. Cuando llegó a la altura de ambos, Dana sonrió y lo saludó con una breve pero intensa caricia en su largo cuello escamoso. El reptil cerró los ojos y disfrutó de aquel simple contacto como si fuese algo inigualable, íntimo y especial. El elfo los miró a los dos con una expresión de cariño y comprensión en sus profundos ojos ambarinos. Decidió dejarlos solos pues sabía que era lo que tenía que hacer aunque ninguno le hubiese pedido que se retirara, así que tras despedirse abandonó las almenas y se dirigió a la gran biblioteca.

Dana miró al dragón y éste entendió sin necesidad de palabras; descendió suavemente hasta posarse en el jardín y esperó hasta que vio aparecer a Dana asomada en uno de los pequeños balcones de la primera planta de la torre. Entonces estiró su cuello y colocó la cabeza justo a la altura de la mujer que volvió a regalarle una dulce caricia. Pero el momento no duró mucho porque Dana percibió algo que conocía muy bien, una especie de helado soplo tras su nuca. Se volvió con rapidez y allí encontró a un grupo de personas totalmente distintas entre sí que la miraban con cierto reproche. Había elfos, humanos, hadas, duendes... en definitiva, ejemplares de incontables razas diferentes. Dana abrió la boca visiblemente asombrada y desconcertada. Iba a decir algo, pero una pequeña hada de insondables pero hermosos ojos negros y rasgos delicados se le adelantó.

- Abre la puerta, Kin-Shannay. Abre la puerta y deja que todos los mundos sean uno, deja que todas las criaturas sean libres de expresarse y de hablar de su existencia; permite que nos demos a conocer a quien quiera escuchar nuestras historias, solo tienes que abrir la puerta.

Dana no comprendía muy bien todo aquello; giró la cabeza y miró al dragón a los ojos, esos ojos color esmeralda que ahora parecían querer decirle lo que debía hacer. Y si él lo sabía, ella también, y se dejó llevar por su instinto, por sus recuerdos, por sus sentimientos, por todo lo que había vivido y le quedaba por vivir, y... abrió la puerta.

La puerta está abierta... la Kin-Shannay ha cumplido su tarea, ahora solo depende de ti cruzarla o no, o permitir que todos los otros mundos sean el tuyo y te muestren sus más preciados secretos. Solo tú decides, solo tú sabes hasta qué punto quieres descubrir las historias de todas esas personas y criaturas que anhelan poder ser escuchadas y que te enseñarán lo que antes no podías ver ni sentir. No tengas miedo de adentrarte al otro lado de la puerta, solo tienes que abrir las puertas de tu propio corazón y tu mente, y no dudes que la Kin-Shannay te ayudará.
Los derechos de autor de los personajes y lugares que aparecen en este relato pertenecen a la escritora Laura Gallego García.

Bienvenidos a “KinShannay: La puerta hacia otros mundos”, un nuevo espacio web (que resurge de otro creado con anterioridad) en el cual se hablará acerca de los imaginarios mundos creados en la literatura. Nos dedicaremos sobre todo a las reseñas de libros y a alguna que otra noticia interesante. Esperamos que os guste el blog, y que comentéis y participéis en él.

Para poneros en contacto con el equipo de “KinShannay” deberéis dejar un comentario en cualquiera de las entradas o en su defecto enviar un correo electrónico a la dirección kinshannayweb@gmail.com. Disfrutad de vuestra estancia en “KinShannay”.

Un cordial saludo,
El Equipo de KinShannay

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